La ira es un sentimiento normal dentro de las emociones humanas. Es tan natural como el miedo, el amor, la tristeza o la alegría. El problema con cualquiera de estos sentimientos, y en concreto con la ira es cuando no somos capaces de controlarla y aparece de manera constante o diaria. Estar expuestos a nuestra propia ira no solo hará que se deterioren nuestras relaciones personales o laborales, sino que además puede afectar gravemente a nuestra salud ya que puede provocar trastornos del sueño, tensión muscular, hiperventilación, tensión arterial alta, etc.
Las reacciones de ira o rabia son totalmente automáticas y la mayoría de las veces aparecen sin que nos demos cuenta. Por eso, la base de las terapias de control de la ira se basará en comprender la razón por la que aparece en situaciones determinadas.
En la mayoría de ocasiones la ira hace su aparición cuando hace acto de presencia la Frustración. Se puede dar porque no somos capaces de tener control sobre decisiones o acciones de los demás, porque nos molesta las cosas que hacen o porque no aceptamos algo que nos ha ocurrido, por ejemplo. Para intentar prevenir y controlar la aparición de esta rabia o de esta ira, puedes seguir estos consejos:
Mejorar nuestra asertividad: La ira puede aparecer porque nos callamos aquello que consideramos que deberíamos decir pero no lo hacemos por no ofender. Si necesitamos que otra persona cambie algún comportamiento específico debemos de ser capaz de transmitírselo de manera clara y sin agresividad.
Pedirnos un nivel de control más real sobre las situaciones. Es común que nos dé la sensación de que el control de los acontecimientos está en nuestras manos. Es algo normal y útil, ya que nos permite actuar y no quedarnos sin hacer nada frente a ciertas situaciones. Por otro lado, tenemos que tener claro que no siempre va a ser posible controlarlo todo. Entender que no podemos cambiar la manera de pensar o de ser de los demás y concentrarnos en afrontar lo que sí podemos modificar, será un primer paso para poder controlar nuestra ira y nuestra rabia.
Ser capaces de detectar los primeros síntomas de una explosión de ira también resultará muy útil para intentar identificarla y por tanto ejercer más control sobre ella: ceño fruncido, puños cerrados, respiración fuerte, labios apretados, etc.
Una explosión de ira está totalmente injustificada en la mayoría de los casos. Deberíamos ser capaces, como hemos dicho antes, de hacer un ejercicio para saber qué está fuera de nuestro control o detectar los síntomas para frenarlos. En caso de que se dé uno de estos ataques, tendremos que asumir nuestra responsabilidad ante los hechos y las consecuencias de nuestra conducta, por lo que tendremos que pedir disculpas. Si esto es algo que hacemos con naturalidad será mucho más llevadero. Por eso es importante practicar.
Si crees que tú o algún miembro de tu equipo necesita tener un control más firma de la ira, no dudes en consultar nuestros coachings empresariales.